Cuando decimos que una ciudad es inteligente, estamos destacando que es capaz de desarrollar un proceso de planificación estratégica sólido que, en base a las necesidades, permite establecer sus prioridades y ser lo suficientemente flexible para adaptarse a los cambios, propios del aumento de población de esas ciudades.
La confección de planificaciones estratégicas, “plan rector” o “director”, debe mejorar el urbanismo en su totalidad, la regulación del suelo, la movilidad y el transporte, el acceso a las viviendas, a los servicios y productos con máxima seguridad, comodidad y autonomía personal. Estas planificaciones se deben confeccionar con ajustes razonables, logrando como resultado, eficiencia, competitividad, inversiones optimas, mantenimiento de la infraestructura, diseño desapercibido, satisfacción ciudadana. Trabajar para lograr una ciudad inteligente, implica la colaboración del sector público y privado, donde toda la comunidad debe ser y sentirse parte del cambio; desde ciudadanos a organizaciones, desde empresas a gobierno, desde centros de investigación a universidades, etc.
Una ciudad inteligente logra múltiples ventajas para mejorar la calidad de vida de todas las personas ,consiguiendo beneficios como: ahorrar costos a sus ciudadanos, optimizar los servicios públicos, mejorar la transparencia en la gestión de las administraciones; también consigue retener empresas, atraer talento, mejorar la comunicación con los ciudadanos, el desarrollo económico, social y medioambiental sostenible, la gestión óptima de los recursos naturales, ciudadanos e instituciones comprometidas con la ciudad, infraestructuras e instituciones dotadas de soluciones tecnológicas óptimas. La pieza clave para el funcionamiento de una ciudad inteligente es la participación de sus habitantes; si los ciudadanos no contribuyen activamente, el uso y fomento de estas alternativas no se conseguirán los objetivos previstos en su implantación. Para lograr una intervención optima es esencial la información, formación y difusión a los ciudadanos por parte de las administraciones públicas. Otros parámetros que influyen para lograr una ciudad inteligente son la gobernanza, la planificación urbana, la gestión pública, la tecnología, el medioambiente, la proyección internacional, la cohesión social, la movilidad y el transporte, el capital humano y la economía.
“La ciudad perfecta no existe, debemos caminar hacia esa perfección logrando ciudades preparadas para los desafíos del futuro, promoviendo la concientización y un cambio cultural.”
Los gobiernos deben ser capaces de impulsar y motivar a la sociedad a participar en el uso de estos servicios avanzados, automatizar su infraestructura, lanzar un alumbrado inteligente y eficiente en energía en toda la ciudad, construir paneles solares. A medida que la tecnología gana mayor protagonismo en la vida cotidiana de las personas, las ciudades inteligentes pueden poner en marcha la revolución digital, otorgando mejoras urbanas, que ayudar a mejorar la vida de los residentes.
El éxito de cualquier Política Publica depende de la toma de conciencia, del compromiso de cambio de los poderes públicos y de la sociedad en general. Es necesario que la ley se cumpla adecuadamente, tratando en un futuro no muy lejano equipararnos con países de avanzada, logrando con el paso del tiempo, una sociedad más homogénea, más justa, una ciudad que pueda ser vivida y no sufrida por sus ciudadanos, cualquiera sea su condición física.
Arq. Mg Graciela Rotella
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