Ubicada en el Km 15 de la ruta 338, en un amplio espacio junto a un recodo y a la par del arroyo Muerto, tuvo su momento cúspide poco después de que comenzara la construcción del camino que lleva a San Javier, a fines de los años 30.
Si bien tuvo una remodelación en los años 70, aquello no le dio el empuje que necesitaba para seguir a la altura de sus tiempos de gloria.
Por diferentes motivos, no del todo claros aunque relacionados con malas administraciones, comenzó a declinar en los años 80 y fue cerrada definitivamente en los 90. Es entonces cuando, ya sin actividad comercial, se convierte en una propiedad abandonada. Más de treinta años de deterioro dan fe de su triste destino, y a los tucumanos nos gustaría verla rescatada ediliciamente y, si fuera posible, funcionando nuevamente como confitería. Además se extrañan los picnics que allí se hacían, en medio de la naturaleza, y también su pileta y juegos infantiles.
Mercedes Aguirre, directora provincial de Patrimonio Cultural, dijo que la Secretaría de Turismo presentó un proyecto de empresarios a la Comisión de Patrimonio. Se habla de bar, patio cervecero, servicios y un pequeño salón de fiestas.
Ese proyecto contempla la posibilidad de reconstruir, en un año de trabajo, el edificio con sus características originales, estilo chalet californiano, según especificó el Titular de Turismo, Sebastián Giobellina.
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