Introducción / Resumen
En San Miguel de Tucumán la pervivencia de los mercados presenta actualmente serias dificultades. A principios del siglo XX, las premisas higienistas y las necesidades comerciales de productos de uso diario llevaron a que se construyan en el área central dos importantes edificios que, junto a otros de escala barrial, complementaron el conjunto de espacios urbanos destinados a la comercialización de mercancías frescas.
La incorporación del Mercado de Abasto (1933) y del Mercado del Norte (1939) a la trama de la ciudad originó la consolidación funcional de las áreas urbanas donde se ubicaron. De esta manera, la existencia de estos mercados, permitió el fortalecimiento de un sistema de tipo comercial vigente en la ciudad desde el siglo XIX.
En el caso del Mercado del Norte, su singular propuesta arquitectónica, los nuevos materiales y las resoluciones constructivas, en gran parte innovadoras, utilizadas para su ejecución han permitido que sus espacios alcancen la flexibilidad y la funcionalidad que caracterizan a las construcciones industriales.
Entender sus características arquitectónicas permite contextualizarlo respecto al ámbito internacional, no sólo en cuanto a sus aspectos estilísticos sino además a los avances tecnológicos que redefinieron las cualidades espaciales en las edificaciones vinculadas, directa o indirectamente, con la industria.
Actualmente, los cambios en los hábitos de consumo y las dificultades que enfrenta el Estado para gestionar estos espacios son medulares a su situación problemática y, con frecuencia, conllevan al progresivo deterioro de estos edificios de mercado. Abandono, degradación y falta de mantenimiento en contraposición a una notable vida y dinámica interior y, alrededor de ellos, que nos marcan la pauta de su valor no sólo arquitectónico sino desde el aspecto social para la ciudad.
En las intervenciones realizadas en otros edificios de mercado locales, se definieron nuevas actividades dispuestas, principalmente, por el interés del mercado inmobiliario por avanzar sobre áreas de gran valor de la ciudad ante la connivencia del municipio, transformando un espacio patrimonial en un enclave sin identidad. En otros casos la desidia llevó al abandono o a demoliciones parciales y en las situaciones más críticas, a la desaparición definitiva.
Por su parte, el Mercado del Norte conserva su función original, aunque con grandes dificultades para su mantenimiento como producto de conflictos constantes entre los puesteros y el municipio. En ese sentido, no se pudo construir consenso y un horizonte común para el aprovechamiento de un espacio que aún mantiene su impronta identitaria en la comunidad.
La falta de acciones concretas para su manutención y la disputa entre las autoridades y los puesteros por su control y manejo, repercutió de forma directa en su estado de conservación. De esta manera, se produjo el deterioro de su estructura de sostén, acompañado por una degradación general del espacio común.
Recientemente, el colapso de algunos elementos de su estructura exterior hizo visible conflictos y discrepancias que exceden a la arquitectura contenedora de modernas técnicas y materiales propios de la época de su diseño.
Ingenieros se encuentran realizando los estudios pertinentes. Se espera que los resultados posibiliten constatar el buen estado de las estructuras portantes y permitan pensar nuevamente en un proyecto de Recuperación Integral del Mercado del Norte que además de mantener las funciones originales incorpore la impronta de su época para convertirlo en un nuevo hito urbano como fuera otrora.
Palabras claves: Patrimonio cultural. Conservación. Intervención. Prácticas contemporáneas.
Resumen (Congreso)
Primera parte
El 10 de diciembre de 1939 se inaugura, en el centro de San Miguel de Tucumán, el Mercado del Norte. Este edificio originalmente recibió la denominación de Mercado Frigorífico Central y se constituyó en referente de los diferentes programas arquitectónicos surgidos durante los años ´30 en la provincia. En aquella época, sus características expresaban un gran avance y modernización de la infraestructura de la ciudad. Con aproximadamente 2.500 metros cuadrados cubiertos distribuidos en ¼ de manzana, se dispuso de 250 puestos organizados a través de calles internas de diferente jerarquía. La racionalidad prevista en su planteo funcional también estuvo presente en la resolución de la fachada, con un lenguaje austero y despojado de ornamentación, propio de la modernidad.
Desde su inauguración, hace ya más de 70 años, este edificio se constituyó en un espacio de referencia para los tucumanos. Ubicado en una de las esquinas claves del área fundacional, el Mercado del Norte tiene un peso sustancial en el paisaje urbano. Asimismo, se encuentra integrado al sector pues su apertura hacia tres arterias ha permitido la consolidación de un significativo flujo peatonal independiente de su función específica. Entre sus valores patrimoniales se reconoce la novedad en la propuesta técnica y constructiva; la incorporación de los principios higienistas y la inclusión del lenguaje moderno en la obra pública local.
Sin embargo, en las últimas décadas se ha producido una importante degradación del inmueble. Los conflictos entre el gobierno municipal y los puesteros han derivado en falta mantenimiento. Se demolieron puestos, la infraestructura se tornó obsoleta y las condiciones de higiene no son adecuadas. A pesar de esta situación crítica, la actividad en el Mercado ha logrado trascender las dificultades. Surge entonces preguntarse cuáles son los mecanismos que han posibilitado su vigencia y las acciones necesarias para su conservación.
En orden a dar respuestas a estas inquietudes, se propone indagar en profundidad en la historia del Mercado del Norte y su situación actual. Se abordarán los aspectos arquitectónicos a partir de un trabajo exploratorio, de carácter cualitativo fundado en la observación, el análisis de material fotográfico y planimétrico obtenido de la consulta de archivos y producto de relevamientos actuales y la realización de entrevistas a puesteros y trabajadores del mercado.
Introducción
El actual edificio del Mercado del Norte, se caracteriza por su presencia en el área, ocupa gran parte de la manzana comprendida entre las calles Maipú, Junín, Mendoza y Córdoba en el centro histórico de San Miguel de Tucumán. Vale señalar que el sector donde se sitúa posee una impronta comercial que fue consolidándose como tal desde tiempos remotos. Allí, pasando la mitad del siglo XIX, ya se ubicaba el antiguo Mercado del Algarrobo, sitio elegido en aquel momento por su condición periférica en la ciudad.
No obstante, hacia 1875 las construcciones de dicho mercado resultaron precarias y carentes de higiene por lo que fueron reemplazadas por una nueva edificación, ahora con el nombre de Mercado del Norte. La obra consistía, interiormente, en una edificación de locales perimetrales con galerías que rodeaban un espacio central al aire libre. En él se ubicaban carretas, mesones, vendedores y comensales, de la misma manera que el uso en el mercado antecesor.
Comenzado el siglo XX, se realizó una nueva intervención. La nueva construcción, datada en los planos de proyecto en 1904 durante la intendencia del Sr. Manuel Martínez, estuvo resuelta exteriormente con una estética emparentada a las construcciones medievales europeas: muros almenados con torres esbeltas y grandes aberturas ubicadas en su perímetro por las que se accedía desde las calles a diecisiete locales, con servicios propios. Interiormente, éstos se disponían en forma de “L”. De la misma manera que las construcciones anteriores, quedaba definido un gran espacio a cielo abierto, dominado por un quiosco central, de considerables dimensiones y abierto en sus lados, resuelto en estilo inglés, similar a los de las estaciones de ferrocarril.
A mediados de 1930 comenzaron a hacerse notorias las necesidades expuestas por los trabajadores del sector reclamando un nuevo edificio que respondiera a los nuevos requerimientos de abastecimiento, compra y venta de los productos alimenticios y a las premisas de salubridad que comenzaron a imponerse en este tipo de edificaciones. Este reclamo dio lugar a un nuevo proyecto, el actual Mercado del Norte. Un edificio moderno y progresista, acorde a los tiempos, sin embargo, el inmueble inaugurado en 1939 fue atravesando múltiples dificultades que han actuado en detrimento de sus condiciones edilicias.
A pesar de esta situación, el mercado cuenta con el reconocimiento patrimonial tanto de profesionales como de ciudadanos y con la protección de la normativa provincial (Ley Provincial N° 7535). Se considera que este destacado componente del patrimonio arquitectónico local se encuentra actualmente en una situación precaria pero también que nos impulsa hacia la reflexión y a aportar desde la labor investigativa elementos para su conservación. Por tanto, es propósito del trabajo identificar los valores patrimoniales adquiridos en el tiempo y analizar los cambios y transformaciones en el uso y significación de este espacio patrimonial como fundamentos que contribuyan en futuras intervenciones.
El nuevo Mercado del Norte (1939): la construcción del patrimonio
En 1938 los ingenieros Fernando Alascio, Julio Noble y Alejandro Amoretti fueron convocados para la realización del proyecto. Según afirma Páez de la Torre (h) (2012): “se autoriza la contratación de las obras del Mercado del Norte por $ 1.700.00, con la firma de José Salmoiraghi y Juan Omodeo” (p. 187). El intendente José Lozano Muñoz inauguró el nuevo edificio el 10 de diciembre de 1939 y representa la culminación de un año de importantes producciones arquitectónicas para la ciudad.
En este marco, la sobresaliente construcción del Mercado del Norte manifestó un importante avance en cuanto a infraestructura urbana, higiene y seguridad alimenticia y arquitectónicamente, por su moderna funcionalidad, su resolución constructiva y su estética exterior de vanguardia.
Con su concreción, el inmueble no sólo quedó incorporado a la trama urbana central sino que contribuyó efectivamente a la consolidación de su entorno como sector comercial. En el tiempo, fue evidente la incorporación de numerosas tiendas y confiterías en sus proximidades que se nutrieron de la dinámica productiva y social impulsada por el mercado.
Por sus características, el Mercado se constituyó en referente arquitectónico de los diferentes programas arquitectónicos en surgimiento durante los años ´30 y, además, fue expresión del pulso progresista de la ciudad. En su resolución volumétrica y tratamiento material revela conceptos claves como racionalidad y austeridad. Allí se despliega parte del repertorio formal de la modernidad mediante la sucesión de aberturas que componen aventanamientos corridos; losas en voladizo con formas aerodinámicas; barandas simples y livianas y las cubiertas planas y terrazas accesibles y la exposición de la estructura realizada en hormigón armado. Estas expresiones coexisten con los rasgos Art Decó que presentan los frentes de acceso.
Ahora bien, la fachada principal, se encuentra conformada por un basamento regular en planta baja a diferencia de los niveles superiores donde exhibe una dinámica alternada entre volúmenes y planos que se articulan en claro equilibrio. Como resultado prima una lectura continua del conjunto que se destaca por sobre la individualización de las partes que lo conforman y que ha permitido construir un perfil de alrededor de 147 m de gran peso en el paisaje urbano del sector. En la ochava, se sitúa el acceso principal resuelto en un plano de mayor altura que el resto del frente con mayor cantidad de recursos para su jerarquización. Se recurre a escalonamientos y gradaciones propias del Art Decó, expresiones que también se emplearán en el resto de los ingresos aunque de forma más austera. Como cierre, en el eje de la composición, se ubicaba un elemento de valor urbano indiscutible, el antiguo reloj que atraía la atención de los transeúntes hacia el inmueble.
El edificio se organiza a partir de dos cuerpos: uno perimetral en forma de “L”, de dos niveles, y otro central conformado por una organización en peine. A éste se le adiciona en uno de sus lados, un eje lineal de mayor longitud. Esta estructuración formal tiene relación directa con la organización funcional, aspecto sumamente relevante en este tipo de edificaciones. De esta manera, el espacio principal del mercado se encuentra contenido en el cuerpo central, manifestando claramente el nuevo concepto de la arquitectura como contenedor de actividades. Consecuentemente, se distingue la concepción del espacio libre, continuo y ligero (Liernur, 2008). Así, en él se pueden identificar las ideas de movimiento y fluidez a partir de la organización de diferentes elementos en su planta libre, de su considerable altura y de la adopción de la cubierta tipo “shed”, entre otros.
La utilización de este tipo de cubierta genera ciertas propiedades que hacen única la percepción del espacio. Una es la entrada de luz cenital, en fajas continuas horizontales, que otorgan calidez espacial además de proveer iluminación natural al interior. Otra característica es la percepción de la forma misma del techo, como una sierra, la que genera un dinamismo en el plano superior. Sin dudas, la cubierta “shed” constituye la principal característica identitaria del edificio. La elección constructiva de este elemento guarda una dependencia directa con la espacialidad y funcionalidad. La adopción de ese elemento constructivo permite cubrir un módulo rectangular de considerables dimensiones para salvar las grandes luces en planta. Se resolvió con losas y vigas íntegramente construidas en hormigón armado pre moldeado y asentado sobre grandes pilares, manifestando la materialidad lógica de la modernidad.
Funcionalmente, la adopción de la planta libre fue una de las nuevas resoluciones para los proyectos de este tipo de arquitectura. De esta manera, y bajo el gran techo “Shed”, el espacio central se planteó con elementos estructurales totalmente independientes de otros verticales, como muros y tabiques, lo que permitió organizar funcionalmente de manera clara y racional los grupos de puestos y las circulaciones. A su vez, la planta libre fue una opción de distribución arquitectónica que generó una solución flexible y adaptable a las actividades internas del Mercado.
Ahora, los cuerpos frontales, de dos plantas y dispuestos en forma de “L” se vinculan entre sí por la esquina donde se encuentra el acceso principal al Mercado. Estos cuerpos albergan los locales de ventas en conexión directa con las calles Mendoza y Maipú y fueron diseñados como espacios independientes del movimiento interno del mercado. Mientras que, en los pisos superiores, originalmente se priorizó el rubro gastronómico disponiendo de grandes salones con sus servicios y con grandes ventanales que permitían participar visualmente de la vida de las calles aledañas.
En el cuerpo central se disponen en peine los puestos de ventas y las circulaciones originadas a partir de los accesos al edificio. La disposición de éstos, permite la individualización de las circulaciones principales y secundarias que organizan las ocho islas de puestos. Así, el acceso ubicado en la esquina de las calles Maipú y Mendoza remarca la entrada principal peatonal. Mientras que, las entradas de las calles Maipú y Mendoza, de carácter secundario, constituyen las circulaciones principales de la clara organización interna.
Complementa la distribución funcional una calle lineal que vincula directamente las arterias Maipú y Junín, ubicada en uno de los lados del cuerpo principal. Tiene carácter particular por estar destinada para el tránsito rodado y el peatonal simultáneamente, permitiendo el ingreso de la mercadería y por contener, además de algunos puestos, el sector de servicios del establecimiento. Este núcleo concentra los sanitarios, el acceso a cisterna y los tanques de agua[1] así como el montacargas y la escalera que conduce al subsuelo.
En su origen, la planta del subsuelo permitió almacenar la mercancía en cámaras frigoríficas las cuales se encontraron organizadas por rubro. En el caso de la carne, era trasladada por el montacargas y, desde allí, se la distribuía a los puestos mediante un monorriel. Como sector exclusivo de servicios, allí se ubicaron varías maquinarias que hicieron posible el funcionamiento del mercado como la usina eléctrica, la fábrica de hielo, anexa a las cámaras frigoríficas según los productos a almacenar, y la balanza aérea. Desde este sector la mercadería era trasladada a través de un novedoso medio mecánico denominado monorriel. También se previó un montacargas.
Valoración del Mercado del Norte
A manera introductoria, señalaremos que los valores patrimoniales son atributos que poseen los bienes culturales heredados por una sociedad, su determinación resulta central pues los sitúa en un estado diferencial respecto de otros bienes, con una valía que los particulariza y los distingue. Al mismo tiempo, su especificación sienta las bases para las acciones de conservación y orientan en la fase de intervención. Sin su definición, sería inviable entablar cualquier tipo de actuación consciente y respetuosa sobre el patrimonio construido.
En este caso, el estudio realizado sobre el Mercado condujo a estimar sus valores arquitectónicos a partir de la consideración de los aspectos formales, materiales y funcionales. En este sentido, se considera fundamental la respuesta tipológica que el edificio brinda. Dos cuerpos, uno frontal que se cierra hacia el espacio urbano y, otro central, que aloja la actividad esencial. La propuesta revela que se ha tomado como referencia la disposición del mercado de 1904 aunque, esta vez, la solución ofrece una imagen próxima a la modernidad y al progreso. Asimismo, se organiza como un contenedor libre y flexible donde prevalece la fluidez espacial y se trabaja el ingreso de la luz natural en el espacio interior. En sus fachadas se consolida un lenguaje austero y sin ornamentación, condiciones que son incorporadas en el resto del inmueble.
Asimismo, se reconoce la importancia que adquiere la disposición en peine pues viabiliza la organización racional y eficiente de las actividades y ha permitido su sostenimiento en el tiempo. En esta estructuración, las vías interiores, principales y secundarias, son esenciales pues delimitan las islas con los puestos; distribuyen las actividades de compra, venta y aprovisionamiento de mercaderías; conectan la totalidad del edificio y lo integran con el sector urbano.
Respecto de la materialidad, se pone especial énfasis en la calidad de la factura técnica y constructiva de la solución. Puntualmente, se destaca la resolución de la cubierta tipo “shed” puesto que un mismo componente adquiere múltiples significaciones en el proyecto. Permite la liberación de gran parte del espacio, ofrece la posibilidad de ventilar e iluminar de forma natural y, además, se constituye en un plano superior que domina el espacio interior. También se valoran las terminaciones óptimamente seleccionadas según las necesidades de salubridad e higiene que este tipo de edificios requiere, azulejado de muros, barras de acero, complejo sistema de desagües, entre otros puntos a rescatar del planteo originario.
Ahora en cuanto a los valores simbólicos derivan principalmente del contexto cultural y social. En este sentido, la representatividad juega un rol clave pues el Mercado adquirió en el tiempo un importante reconocimiento de la comunidad. En este marco, el edificio incorporó aspectos sociales y vivenciales de quienes con-viven desde hace siete décadas en este lugar; puesteros y usuarios. A la vez que se ha transformado en un espacio de referencia, integrado al paisaje urbano del sector y a la vida cotidiana de la sociedad.
Transformaciones y permanencias: situación actual
A pesar de los valores patrimoniales antes mencionados, el edificio sufrió modificaciones de diferente escala aunque las transformaciones más radicales se dieron en las fachadas. Así pues en 1987, con el fin de mejorar las ventas al público, el edificio fue intervenido. Se retranquearon sus fachadas y se incorporaron grandes paños vidriados para exhibir la mercadería de los locales perimetrales. Además, se retiró el material pétreo que recubría los muros y se expuso una sucesión de columnas que lejos de conformar una recova produjo la consolidación de un espacio residual. Mientras tanto, las columnas y los cerramientos verticales curvos de los accesos se cubrieron con una terminación metálica que ha tomado protagonismo y desvirtuado la austeridad original del conjunto.
En los pisos superiores se evidencian múltiples agregados por cuanto se construyeron nuevos cuerpos que alteraron aún más la composición original. En calle Mendoza, los nuevos volúmenes avanzaron sobre las terrazas produciendo un claro desequilibrio. Por otra parte, sobre calle Maipú, se adicionó un volumen en el lado derecho del acceso principal. Éste se ubica en el último piso, bajo el plano horizontal produciendo un claro desequilibrio formal en uno de los puntos de mayor tensión focal del conjunto. El sistema de carpinterías también fue modificado, se suprimieron paños de aventamientos y, con ello, se distorsionó el ritmo y las proporciones. Además, en los aleros se apoyaron equipos para el acondicionamiento artificial, lo cual contribuyó a agudizar los conflictos en la fachada.
Ahora bien, en el espacio interior, se observa una importante polución visual producto de cartelerías y cenefas que presentan tratamiento diferenciado. Múltiples dimensiones, materiales de terminación, colores y variedad de elementos se presentan en cada uno de los puestos. Esta situación afecta la lectura continua y liviana que distingue al espacio principal. A esto se suma la invasión de mobiliario, como sillas y bancos, en las circulaciones que transforman e interfieren en la percepción de los corredores. Otro aspecto que ha contribuido al deterioro cualitativo del espacio es el recubrimiento de los vidrios transparentes de las carpinterías ubicadas en la cubierta.
En relación a los aspectos funcionales, los cambios y transformaciones tuvieron como propósito demandas puntuales. Las obras no implicaron un plan de adecuación integral y sistematizada que atendiera las demandas presentes, en consecuencia, se produjo un notable deterioro en la calidad ambiental del espacio central. Entre los puntos de conflicto se distingue la obsolescencia y precariedad de la infraestructura debido a la falta de mantenimiento y actualización; la anulación de la ventilación natural; la extracción del aire de cocina hacia el interior del mercado; el anegamiento de planta de subsuelo; inexistencia de sector para el procesamiento de la basura, etcétera.
Asimismo, en el tiempo, se produjeron transformaciones que modificaron el destino inicial. Es el caso de la planta del primer piso, sobre la ochava se inauguró en 1971 el laboratorio de bromatología de la Municipalidad (DIPSA). La instalación de nuevos usos condujo a realizar múltiples cambios que alteraron notablemente el funcionamiento en estas plantas pues se ocuparon sectores de terraza, se cubrieron patios internos, se subdividieron espacios y se anularon escaleras. De igual forma, también se originaron variaciones en planta baja. Según los relevamientos realizados en 2018, se comprobó la desaparición de numerosos puestos, en consecuencia, las calles internas presentan importantes vacíos que se constituyen en áreas residuales. Sin dudas, esta situación afectó significativamente la organización funcional y también la vida del mercado.
Consideraciones finales
El Mercado del Norte se caracteriza por su impronta moderna y su fuerte presencia en el paisaje urbano del sector. Asimismo, se valora la claridad que plantea en su propuesta funcional y la calidad de la resolución constructiva, aspectos que han permitido que este edificio se adapte y permanezca en el tiempo aun cuando la coyuntura económica y política no haya sido óptima.
También, se destaca la apropiación alcanzada en el uso del espacio y el valor de representatividad adquirido, condiciones que han contribuido en la construcción de identidad. No obstante, en las siete décadas que nos separan desde su inauguración, las intervenciones realizadas no han ponderado ni sus valores arquitectónicos ni simbólicos. En los hechos sólo generaron degradación y deterioro en el inmueble y propiciaron el abandono parcial de sectores.
En este sentido, como resultado de la caracterización, análisis y valoración desarrollada, se proponen lineamientos generales como aporte para futuras intervenciones. Así pues se recomienda, conservar y restaurar los componentes originales; respetar la composición volumétrica y liberar la fachada de aquéllos elementos que alteran su lectura; potenciar la dinámica funcional; eliminar los agregados que obstaculizan la organización del espacio interno; mantener a la vista la estructura en “Shed” de hormigón pre moldeado y preservar sus valores significativos.
Referencias Bibliográficas
• Páez De La Torre (h), C. (2012). La Gaceta, un siglo de historia. San Miguel de Tucumán: La Gaceta.
• Ley Provincial Nº 7535. Boletín Oficial de la Provincia de Tucumán N° 26008. Tucumán, Argentina. 8 de abril de 2005.
• Liernur, J. F. (2008). Arquitectura en la Argentina del siglo XX. La construcción de la modernidad. Buenos Aires: Fondo Nacional de las Artes.
María Florencia Murillo Dasso ([email protected]), arquitecta (1996. FAU-UNT). Es Magister en Historia de la Arquitectura y el Urbanismo Latinoamericanos (2012. FAU-UNT) y su tema de tesis fue “La arquitectura escolar en San Miguel de Tucumán. Siglo XIX al XXI”. Al igual que la Dra. Arq. Ana Isabel Lozano ([email protected]) actualmente se desempeña como Jefe de Trabajos Prácticos en la materia Historia de la Arquitectura II. Es integrante del proyecto de investigación PIUNT: La conservación del patrimonio arquitectónico en Tucumán como recurso estratégico en el desarrollo urbano y territorial y del proyecto de Extensión Patrimonio Industrial y Turismo.
María Laura Cuezzo ([email protected]) arquitecta (2001. FAU-UNT). Desde el año 2004, se desempeña como docente e investigadora en el Instituto de Historia y Patrimonio (FAU-UNT). Fue Becaria Consejo Nacional de Investigaciones Científicas entre 2006 y 2011. Es Máster en Intervención del Patrimonio Arquitectónico-Urbano (2016. FAUD-UNMdP). Doctoranda (FAUD-UM). Integra actualmente el proyecto de investigación PIUNT “La Arquitectura del siglo XX del NOA: análisis y valoración crítica de la producción arquitectónica del Movimiento Moderno, Tardomoderno y Posmoderno. Catalogación, difusión y pautas de conservación”.
gerardo isas dice
impecable, indispensable para comprender un fenómeno complejo, de arquitectura, consumo yel estado.