Cuando en agosto de 2003 publicamos en “A y C” la casa donde iba a funcionar la Fundación Vicente Lucci, no pensamos que podría llegar este momento.
En aquella oportunidad titulamos la nota “Rescate de un edificio”, y era un texto de regocijo, de celebración. La casa había comenzado a funcionar como Fundación para actividades artísticas hacía unos pocos días: el 3 de julio.
En esa publicación narrábamos, con entusiasmo, la historia arquitectónica de la casa, levantada en 1924 por el constructor Oreste Peruzzo según un proyecto del ingeniero-arquitecto granadino Luis Lucena.
Lo cierto es que la casa ha vuelto a naufragar en dirección hacia un futuro confuso.
Los títulos del diario La Gaceta en agosto de 2015 lo expresaban claramente: “La casa Sucar tiembla por un nuevo pedido de demolición”, “Casa Sucar: no es mucho lo que podemos hacer”, “La Facultad de Arquitectura pide que se expropie la Casa Sucar”, “La Casa Sucar está otra vez en peligro de demolición” y “Tirar la casa a la basura”.
Hoy, en junio de 2016, el peligro se ha acrecentado, y los titulares del mismo diario también reflejan esa realidad: “Impulsan la expropiación para la casa Sucar”, “Mañana se hará un abrazo simbólico en defensa de la casa Sucar-Lucci”, “Salvar la casa Sucar sería fundamental para festejar el Bicentenario” y “Tres generaciones defendiendo patrimonio”.
Lo concreto es que se ha reactivado el pedido de demolición de esa señorial casona ubicada en el bulevar Salta 532 de la ciudad de San Miguel de Tucumán. Una orden judicial ingresó a la Municipalidad, pero la Comisión de Patrimonio insistió para que sea expropiada, debido a su reconocido valor patrimonial y cultural para la ciudad. Con esto se retoma la discusión que se había encendido en enero de 2012 y que provocó un tenaz repudio ciudadano en defensa de esa simbólica construcción que integra el inventario de bienes de interés municipal. Justamente, por esa condición, Catastro no puede autorizar la demolición sin previa consulta. Previamente debe intervenir Planificación Urbana, porque se trata de un edificio de valor patrimonial.
Ya en 2012, cuando se corrió la voz de la presunta venta del inmueble, un grupo de ciudadanos comenzó a movilizarse para impedir que la histórica casa cayera bajo la piqueta. Incluso, por esos días llegó a constituirse una informal “guardia ciudadana” a las puertas de la casa. También se organizaron marchas y acciones artísticas convocadas a través de las redes sociales. De aquellas manifestaciones participaron profesionales defensores del patrimonio arquitectónico de la ciudad y ciudadanos en general.
El reclamo popular apuró las reuniones de la Comisión de Patrimonio. Tras el debate, el cuerpo dictaminó que la casa fuese declarada preventivamente bien de valor patrimonial, y que se impidiera cualquier modificación u operación comercial sin la anuencia expresa de la Comisión.
Pero en octubre de 2012, cumplidos los plazos administrativos, la declaración preventiva quedó sin efecto y la Comisión dio vía libre para que sus propietarios dispusieran del bien.
Finalmente, en marzo de 2014, el Ente Cultural de Tucumán elevó las actuaciones a la Legislatura para solicitar la expropiación de la Casa Sucar.
Al innegable valor de la construcción se suma la altísima calidad con que fue resuelta.
El edificio cuenta con indiscutibles valores arquitectónicos que representan el estilo modernista, corriente de la que quedan muy pocos ejemplares en Tucumán. Eso también le otorga un valor muy singular.
Una verdad: propietarios en su derecho
La solicitud de demolición fue realizada por el Grupo Lucci, propietaria del inmueble. La única protección con la que cuenta la casona construida en 1924 es la de integrar el inventario de bienes de interés municipal. Eso reviste una categoría meramente declarativa, ya que sus propietarios no solicitaron que el inmueble sea acogido en el régimen de preservación propuesto por la Ordenanza Nº 1773/91 y su decreto reglamentario. Ese sistema prevé una serie de privilegios para el dueño de un bien de interés municipal, a cambio de su mantenimiento, entre otras obligaciones. A pesar de todo eso, la decisión siempre es del propietario.
Un representante del Grupo Lucci confirmó el pedido realizado ante Catastro municipal. “Hemos solicitado autorización para demoler la casa, como cualquier ciudadano que ejerce su derecho sobre un bien que le corresponde. Se cumplieron todos los pasos administrativos y Patrimonio decidió no incorporarla al listado de bienes protegidos y tampoco desde el Gobierno provincial se mostró interés en expropiar; entonces tenemos derecho a disponer del bien”, explicó. “No es nuestra intención polemizar. Simplemente ejercemos nuestro derecho”, dijo, sin dar detalles sobre el posible uso de la superficie del terreno si se concretara la demolición. Todo indica que estaría destinada a la construcción de un edificio en altura o un complejo de torres.
En 2014 la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UNT ingresó un expediente en la Legislatura para que se procediera a expropiar la casa y garantizar su protección. Nada de eso sucedió.
“Las casas antiguas fueron cayendo bajo la piqueta para dar lugar a edificios, que en general no se caracterizan por una bella arquitectura” escribe en el diario La Gaceta la periodista Claudia Nicolini, colaboradora permanente de nuestra revista. “Hace tiempo que Barrio Norte ha perdido ese aroma del pasado y otro tanto está sucediendo con Barrio Sur, donde se están derribando viviendas viejas, algunas con algún valor arquitectónico, para construir inmuebles de varios pisos, incluso en terrenos de pocos metros de ancho. El Gobierno provincial no se ha preocupado por la conservación del patrimonio arquitectónico; es más, ha permitido los cambios, ya sea por omisión o por indiferencia.”
Las marchas ciudadanas ‘Tucumán no se vende’, llevadas a cabo entre el 21 de diciembre de 2007 y el 7 de marzo de 2008, impidieron que se desafectaran del sistema patrimonial seis inmuebles históricos que se pretendía vender, y consiguieron la sanción de una nueva ley.
“Pese a ello –continúa la periodista- en los años siguientes se siguió depredando la herencia histórica. En 2009, cayó el elegante edificio, construido en 1930, ubicado en Crisóstomo Álvarez 158, donde funcionó el Hogar del Empleado. En mayo de 2005 se había propuesto expropiar, sin suerte, la propiedad para crear una Casa del Teatro. El 23 de julio de 2010, las chimeneas del ex ingenio Lules fueron arrasadas porque estaban deterioradas, y junto a ellas desaparecieron 131 años de historia. En 2011, la piqueta acabó con la Casa Diker (Santa Fe al 600), diseñada por el arquitecto Eduardo Sacriste. Sucedió lo mismo con la antigua sede de LV12 Radio Independencia, en Rivadavia 120. La autorización de su demolición fue aprobada por los mismos ediles, pese a que estaba protegida por la ordenanza 1773/91. En 2013 se demolieron la Casa Toledo, de Crisóstomo Álvarez y Chacabuco, así como la Casa Chavanne, ubicada en el pasaje Bertrés.”
Lo cierto es que las luces de alerta han vuelto a encenderse: la casa Sucar está de nuevo en peligro.
Recientemente los legisladores José María Canelada (jefe de bloque de la UCR), Adela Estofán de Terraf y Eudoro Aráoz presentaron un proyecto de ley de expropiación de la emblemática casona. Y las reacciones ya han comenzado a producirse. Lo que se propone es crear allí el Centro Cultural Luis Lobo de la Vega para artistas emergentes, y ponerlo bajo custodia y administración del Ente de Cultura de la Provincia.
“Se persigue un doble objetivo. Por un lado, salvar una casa de gran valor patrimonial, que los tucumanos ya salieron a defender en numerosas ocasiones -explicó Canelada-. Por otro, generar un espacio que albergue y estimule en su formación a jóvenes artistas tucumanos; que sirva de usina para nuestra cultura y como mecanismo de difusión de las producciones locales. Creemos que es un deber del Estado protegerla. Y convencidos de ello, confiamos en que nuestros colegas legisladores escuchen los reclamos que desde 2012 hace la población tucumana y apoyen esta iniciativa, con la urgencia que los hechos establecen”
Desde su trabajo, Claudia Nicolini tomó la rienda informativa de este caso y logró que diferentes sectores de la comunidad se conectaran entre sí para defender el futuro de esa magnífica propiedad. Fue así que, mientras los plazos corrían y los trámites oficiales seguían su curso, la comunidad tucumana reaccionó ante la noticia de que la casa Sucar está de nuevo en peligro.
“Distintos sectores de la comunidad preocupados por salvar la casa de la demolición están convocando por las redes”, señaló la arquitecta Silvia Rossi, representante de la UNT ante la Comisión de Patrimonio de la Provincia.
Apoyos institucionales
Una nota de Icomos Argentina, la más importante asociación civil para la conservación de monumentos y sitios patrimoniales, firmada por su titular, el arquitecto Pedro Delheye, llegó a la Legislatura. En ella se destaca la importancia de la preservación de la casa y de su destino como espacio cultural. También la Facultad de Ciencias Naturales, con la firma del su vicedecano, Hugo Rafael Fernández, envió su apoyo explícito al proyecto de expropiación presentado en la Legislatura. A su vez, la decana de la Facultad de Artes sumó su voz al pedido de que se rescate la casa. “Y no solo por su enorme valor patrimonial, sino también por la finalidad que se persigue”, resaltó la profesora Raquel Pastor.
Esto hace referencia a que antes de las elecciones de 2015 el hoy gobernador, Juan Manzur, se comprometió a “apoyar la formación y la capacitación de jóvenes artistas” y a “fortalecer el trabajo cultural entre el Estado provincial y los sectores independientes de actores, músicos y bailarines”.
Los derechos colectivos
Según la decana de la Facultad de Derecho de la UNT, Adela Seguí, el nuevo Código Civil provee argumentos en favor de la expropiación de la casa Sucar. “El problema es que se trata de un bien privado, y la ley protege los derechos del propietario”, advirtió; y explicó que se genera un conflicto de intereses entre el derecho de la comunidad a la preservación de su patrimonio histórico, arquitectónico y urbanístico, cuando el bien integra el concepto amplio de medio ambiente como bien de todos, resguardado por el Código Civil, y el derecho del propietario a disponer.
“En otras geografías y con otros ordenamientos jurídicos, nadie discutiría la imposibilidad de su demolición -destacó-. Pero incluso ente nosotros, el artículo 14 del nuevo Código Civil reconoce los derechos individuales y los de incidencia colectiva; y la ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos individuales cuando puedan afectar los de incidencia colectiva”.
“El Estado debe tratar de evitar el conflicto judicial entre el particular, cuyo derecho merece protección, y la gente, cuyo interés por la preservación del bien colectivo también merece protección. Para eso está el Estado”, insistió.
Un gran abrazo simbólico a la casa Sucar-Lucci
Jóvenes militantes, periodistas, políticos, escritores, artistas plásticos, docentes universitarios, personalidades de diferentes ramas de la cultura y múltiples ciudadanos sensibilizados por el tema, se unieron en un gran abrazo frente a las verjas de la casa. Un grafiti de Isaac Abdala (20 metros de tela protegiendo el frente) fue el telón solidario para ese inmenso abrazo.
“Es indispensable y urgente que el Estado la declare de utilidad pública. Y los costos no son argumento. El Ente del Bicentenario tiene 300 millones de pesos de libre disponibilidad. Y ni uno solo se está usando para dejarle a la generación del tricentenario algo tangible. Ahora la Provincia tiene la chance de que, en el corto plazo, esta casa y su contexto urbano jerarquicen la belleza y la cultura de Tucumán”, enfatizó el legislador Canelada.
“Hace cuatro años que luchamos para impedir que demuelan la casa Sucar- Lucci -señaló la arquitecta Silvia Rossi, miembro de la Comisión Provincial de Patrimonio- y fue muy duro. Ahora el miedo se esfuma un poco; creo que podremos lograrlo. Y eso es posible porque la comunidad ha salido a defender lo suyo”. Recordó también lo que costó lograr la Ley de Patrimonio, “esa que hoy protege todo lo que el Estado construyó para celebrar el primer centenario, en 1916; la inmensa y valiosa obra que le mostró al mundo lo que era la ciudad de Tucumán.
“Ya no se harán grandes obras en este Bicentenario; la casa Sucar les da una chance única. No desperdiciemos la oportunidad de dejarles algo tangible de la historia a las generaciones del futuro”, exhortó; destacando además dos virtudes del proyecto: el fin específico que se busca para la casa y la sustentabilidad.
Varios de los presentes en el acto solicitaron audiencia con el vicegobernador de la Provincia, Osvaldo Jaldo, para pedirle su intervención. La nota ya ingresó en mesa de entradas.
Finalmente la Comisión de Patrimonio de la Provincia aprobó un dictamen favorable al proyecto de ley de expropiación. Se destacan la trascendencia del inmueble, la importancia de la finalidad establecida y las posibilidades de ser sustentable.
El escritor Carlos Duguech, con conocimiento de causa, propuso acertadamente que la próxima acción sea en la sede de la Cámara, para expresarles a los legisladores el interés de la comunidad por la sanción de la ley.
Un dato para tener en cuenta
Mientras funcionó allí la Fundación Vicente Lucci, la casona contaba con vestíbulo, hall, secretaría, dirección, dos salones de reunión (del director y del consejo consultivo), tres oficinas, biblioteca de autores tucumanos, archivo, cocina, distribuidor, baño, pasaje, galería, bar, aula de capacitación y depósitos en el sótano.
¡Qué triste sería para la cultura local perder también todo eso!
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