La tendencia demográfica nos indica que cada vez será mayor y más importante el porcentaje de población que haya superado los 65 años.
Nuestra sociedad envejece, y se incrementa la esperanza de vida, con una tendencia a la feminización de la vejez y al aumento de la diversidad de las personas mayores.
Plantearse:
- ¿Cómo cambia el uso del espacio público a medida que nos hacemos mayores?
- ¿Cómo puede aprovecharse el conocimiento y la experiencia de la población para construir ciudades más amables?
- ¿Surgen nuevas necesidades y/o actividades en el espacio público cuando nos hacemos mayores?
- ¿Cuál debería ser el papel de las personas mayores en la planificación urbana?
Frente al reto de envejecer, promover un envejecimiento activo y saludable es una tarea conjunta entre las distintas profesiones, entidades sociales, gobierno, empresas y personas.
Un verdadero plan de acción podría ser la colaboración en el desarrollo del diagnóstico urbano en los municipios; comenzando por analizar las características urbanas desde la perspectiva del envejecimiento activo, a través de
- análisis de la calidad de los espacios, edificios y transporte públicos para proponer actuaciones que contribuyan al desarrollo de municipios amables para sus habitantes, sobre todo las personas mayores.
Este diagnóstico es el primer paso para seguir avanzando, poniendo en el foco e identificando aquellos aspectos del diseño urbano:
- Calles
- Aceras
- Entornos
- Zonas verdes
- Mobiliario y equipamientos públicos
Todos constituyen una herramienta para la administración local, con un importante potencial para mejorar e integrar la perspectiva de las personas mayores.
Aunque las personas beneficiarias sean directamente las personas mayores, también las personas vinculadas al sector de los cuidados, y finalmente la sociedad en general se benefician de las mejoras propuestas a través de estos diagnósticos, ya que un pueblo amable con las personas mayores, es un pueblo amable para toda la sociedad, sin distinción de género, edad o condición social.
Los innumerables conflictos de tipo ambiental, como la presencia de barreras arquitectónicas, urbanísticas, en el transporte y en la comunicación, resultados de intervenciones en el medio realizadas por el hombre como solución a la demanda de la evolución y desarrollo de la ciencia y técnica, el arte y la cultura; demuestra que la ciudad en la que se nace, se crece, se desarrolla, se envejece y se muere; está formada por entornos sociales y físicos no aptos para todos. Estos entornos no contemplan los distintos procesos y etapas por las que atraviesa el hombre durante el transcurso de su vida, ya que antropométricamente las medidas, alturas y alcances que se van obteniendo varían en las distintas etapas: niñez, adolescencia, adultez y vejez. Esta circunstancia empeora si durante el paso de la vida se sufre algún tipo de discapacidad, ya sea en forma transitoria o permanente.
El entorno en el que habitamos se ha creado sobre la base de un patrón humano mental y antropométricamente perfecto. Al llegar a la vejez, las personas se van enfrentando a estas barreras físicas del entorno que le imposibilitan o dificultan un normal desempeño dentro su entorno y en mayor medida dentro de la sociedad. La calidad de vida en relación con el envejecimiento y la vejez, reúne los aspectos globales de la salud y el bienestar.
La calidad de vida de una persona anciana, está vinculada a su entorno y comprende el hábitat seguro y accesible, que incluyan su desenvolvimiento lo más autónomo posible dentro de la ciudad, en el transporte, la vivienda, y la comunicación; comprendiendo la educación permanente, los ingresos y cuidados adecuados, como así también la satisfacción de los principales objetivos de la vida: la familia, los amigos y la sociedad. La calidad de vida es un concepto que se enmarca dentro de una determinada estructura socioeconómica, socio-psicológica, cultural y política.
Situación en Argentina
Según las estadísticas actuales a nivel mundial, la cantidad de personas mayores de 60 años (tercera edad) en los próximos cincuenta años aumentará significativamente en proporción a la población de menor edad. La Organización Mundial de la Salud (OPS; 1994) establece que: “… se considera un país envejecido cuando las personas mayores de 60 representan más del 7 % de la población social”
Se espera que para el año 2050, habrá en el mundo 2.000 millones de personas adultas mayores (+60), representando el 22% de la población mundial, e igualando por primera vez el número de niños (entre 0 y 14 años). El 81% de ellos vivirán en las regiones menos desarrolladas.
Las poblaciones en América, presenta a los países más envejecidos, ellos son: Uruguay, Argentina, Barbado y Cuba. Cuyos porcentajes de personas adultas mayores varían entre el 12 y el 18 % de la población.
En Argentina el 13,17% de la población posee más de 60 años, es decir 4.900.000 personas aproximadamente y en la Capital Federal, esa cifra asciende al 23,5 % de personas adultas mayores (INDEC, 1991); en situación de 1) autovalidez, 2) semidependencia y 3) dependencia, según el caso y la edad cronológica que se posea.
De dicho colectivo de personas existe un 7% del total que se encuentran en situaciones de discapacidad funcional severas, con dificultades en las actividades de la Vida Diaria (AVD), y las que padecen discapacidades de origen psíquico alcanzan un 10% de dicho colectivo.
La población adulta mayor en la Argentina de hoy se encuentra altamente más urbanizada en relación a la población rural. Considerando que con los avances tecnológicos y científicos cada vez son mayores las posibilidades de prolongación de la vida, resulta de suma importancia, mejorar la calidad de vida de las personas que llegan a la ancianidad.
Cabe reflexionar sobre la necesidad de realizar un adecuado diseño y o adaptación de los espacios urbanos, para poder tener una ciudad apta para todos que contemple y albergue a las personas que llegan a la ancianidad. Es necesario no dejar de lado el problema del transporte público adaptado, ya que si no existe una interrelación entre ambos, el desenvolvimiento se ve limitado al trayecto que la persona anciana puede realizar a pie en un radio muy reducido.
Muchos obstáculos físicos del entorno se pueden evitar si se plantean y se piensan en ellos en la etapa de planificación, siendo importante evitar cambios costosos en las construcciones e instalaciones existentes. Las medidas para garantizar la transitabilidad, uso, orientación, seguridad y estacionamiento en los espacios urbanos a las personas ancianas; se deberían tener en cuenta durante las etapas de planificación y diseño.
Otro aspecto importante al referirse a las personas ancianas, adultos mayores o de la tercera edad, es distinguirlas de acuerdo a la edad que posean, ya que los avances tecnológicos y científicos han hecho que hoy en día no sea lo mismo una persona de 65 años (potencialmente activa y generalmente en actividad laboral), que una persona de 75 a 84 a años, ó de 85 años en adelante (consideradas estas últimas dentro de la clasificación de cuarta edad).
Cada categoría posee características muy distintas y netas. Las personas de la tercera edad pueden padecer distintos grados de discapacidad asociados con el envejecimiento que se traducen en problemas de: motricidad, visuales, auditivos, en la emisión de la palabra, de alergia, de coordinación y equilibrio, cardio-respiratorios, cerebro-vasculares, de ataques, de comportamiento extraño, y de la actividad manual.
Cuando el problema se presenta en la motricidad, desde una marcha lenta hasta la utilización de ayudas técnicas como: bastones, muletas, trípodes, andadores o silla de ruedas, es allí donde se ve más comprometido el espacio y cobran mayor importancia las pautas de planificación, diseño y adaptaciones.
Si en cambio el problema que se presenta es de tipo sensorial, problemas visuales, auditivos, de emisión de la palabra, etc. el diseño y/o las adaptaciones del entorno no tendrán que tener tanto hincapié en las dimensiones y desniveles a salvar , sino en las adaptaciones de tipo compensatorias. En el caso de deficiencias visuales, los problemas se presentan en la orientación, dificultades para la lectura de carteles de referencia a distancia y de tamaño, diseño y colores de letras no apropiados.
Si la persona anciana posee una deficiencia de tipo auditivo, se va a ver afectada por el entorno sin mostrar ningún signo externo que lo caracterice, pero es necesario que las señales auditivas sean claramente audibles y además deben proporcionar información suplementaria en forma visual. En el caso particular que la persona anciana presente problemas en la coordinación y en el equilibrio, las medidas se reducen a tomar recaudos que eviten los riesgos y las consecuencias de las caídas.
La actividad manual se encuentra muy comprometida en los ancianos por enfermedades de origen reumático y artritis que se localizan en las manos, originando deformaciones y restricciones en la motricidad fina. Encontrando barreras e inconvenientes a nivel urbano en realizar acciones de agarrar, empujar, sostener, en el manejo de picaportes, etc. En lo referente al diseño y/o adaptación de los espacios urbanos para personas de la tercera y cuarta edad se considera necesario analizar lo siguiente:
- Los espacios de dominio público y privado libres de edificación deben poder ser transitables por las personas ancianas.
- El concepto de transitabilidad en el desplazamiento peatonal está vinculado con la facilidad de orientarse y con la seguridad.
La libertad, autonomía, orientación y seguridad para la movilización y uso de los espacios libres en ámbitos urbanos, rurales y zonas verdes de dominio público y/o privado condicionan estos entornos para que resulten libres de barreras urbanísticas. Pudiendo circular por veredas, calzadas y senderos en los que transitaran como peatones para aproximarse a los edificios.
Para eliminar las barreras urbanísticas es necesario analizar y diagnosticar diversos factores que afectan a las personas ancianas: la velocidad de la marcha, la rapidez para ejecutar movimientos y la extensión de los recorridos en función de la capacidad de movilidad que poseen las personas de edad avanzada.
La configuración del entorno es una característica determinante del recorrido en una calle, o en el sendero de un parque. La señalización adecuada en las calles de la ciudad, o en el sendero de un parque público o privado debe identificar los elementos que componen el equipamiento para permitir una utilización autónoma y segura del espacio.
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