El 10% de los habitantes del mundo vive en asentamientos informales; en América Latina este porcentaje asciende de un 20% a un 30%. Muchas ciudades de la región tienen un alto nivel de informalidad en cuanto a vivienda y a transporte público. Estos son factores que limitan el acceso a oportunidades de trabajo de calidad a un porcentaje considerable de sus habitantes. Por eso es aconsejable que las políticas públicas, referidas al uso y regulación del suelo, el acceso a la vivienda y servicios básicos, y la movilidad y el transporte, sean enfocadas hacia el logro de estos aspectos y las soluciones a los problemas que de ellos se desprenden.
Pero uno de los aspectos a considerar en la informalidad de la vivienda, es la vivienda pensada en las necesidades futuras de los adultos mayores, personas con discapacidad, en general de la diversidad humana.
Las ciudades crecen muchas veces en forma no planificada y eso, junto a la aparición de asentamientos irregulares, contribuye a los problemas que padecen las ciudades.
Cadena de accesibilidad
Todo individuo debe tener la oportunidad de poder salir del lugar donde reside, acceder a un transporte público, desplazarse autónomamente hasta su lugar de trabajo o estudio y de realizar sus propias actividades diarias en entornos accesibles, áreas administrativas, comerciales, culturales o lúdicas; ir a un bar, por ejemplo. El itinerario peatonal, el cruce y la infraestructura brindan al ciudadano lo que llamamos “cadena de la accesibilidad”, la cual debe de mantenerse en sus componentes adaptados, mantenidos y conservados.
“Es en la ciudad, que debería ser el lugar privilegiado de convivencia humana, donde la economía de mercado ha revelado los peores frutos del egoísmo individualista que la caracteriza, institucionalizándose en un sistema de injusticia radical, en el cual, en nombre de sus principios, violenta los derechos más elementales de vastos contingentes de población”. (Conferencia Nacional de Obispos de Brasil).
Vivienda accesible
La vivienda es un bien complejo, una suma de características o atributos singulares, tales como su superficie, situación, altura o la calidad de sus materiales. Las condiciones de accesibilidad del edificio constituyen un atributo más, pues de ella dependen las posibilidades de utilización y el confort de la vivienda. Aumentar el grado de accesibilidad en las viviendas es necesario, pero tiene sus costos. La accesibilidad depende de la calidad y sensibilidad en el diseño más que de la existencia de elementos auxiliares o de mayor cantidad de metros cuadrados en los accesos del edificio. Existen otro tipo de costos, presentes en el proceso de diseño: la información, muchos profesionales deben formarse, capacitarse para lograr un resultado plenamente accesible.
El beneficio, como la mejora de calidad de vida o la facilidad de comunicación que permite a las personas con discapacidad moverse con soltura, se ha considerado como un beneficio intangible; es decir, incalculable. También hay beneficios intangibles que beneficiarían a toda la diversidad humana, fundamentalmente la mayor comodidad que la accesibilidad brinda a cualquier persona.
El valor de uso comprende todos los beneficios directos o indirectos que se reciban como consecuencia del uso físico del bien: fundamentalmente comodidad y seguridad para todas las personas, y movilidad para aquellas que la tienen limitada por cualquier motivo.
El valor de opción se deriva del uso potencial que podemos hacer del bien en el futuro. Todos envejecemos, todos podemos tener un accidente que nos produzca una discapacidad. Eliminar el riesgo de quedar inmovilizados en el hogar o en una habitación ante una posibilidad de accidente o enfermedad es un valor tan cierto como el de cualquier seguro de vida, accidentes o cosecha. Desde esta perspectiva, un gasto realizado hoy en accesibilidad puede compararse con la prima capitalizada de un seguro, para no tener que cambiar de vivienda en el futuro por causa de una discapacidad.
Un hogar sin recursos no puede depender de la asignación del mercado para la cobertura de sus necesidades residenciales; es decir, el mercado falla en atender las necesidades de esta parte de la población. Por esta razón, los estados deben diseñar y organizar una política social que atienda las necesidades variables de los individuos y hogares en situación de pobreza. No hay evidencia empírica que determine niveles de accesibilidad que se ajusten a las condiciones de mercado para evaluar los grados de pobreza de un hogar para ser merecedor de subvenciones o ayudas a la vivienda. En los hogares que habiten personas con discapacidad, las autoridades públicas deben adoptar un mecanismo para identificar aquellos que estén bajo el nivel de pobreza. Este cálculo podría servir como guía para la toma de decisiones de subvención de vivienda a los hogares con más necesidades.
Por último, una vivienda accesible o adaptada es aquella que está exenta de barreras en su entono, posibilitando que las personas mayores, con movilidad reducida y/o discapacidad, puedan continuar viviendo en sus viviendas / hogares, incluso solas, manteniendo su máximo grado posible de autonomía personal, pudiendo así hacer un mayor número de actividades, solas o con alguna ayuda, y con la máxima seguridad para ellas y sus cuidadores y/o familiares. Y todo ello en un ambiente personalizado y con la calidez y el confort que cada uno desee. Adaptar una vivienda es aunar en su DISEÑO especificaciones derivadas de las condiciones funcionales, tanto de la MOVILIDAD del usuario como del USO de sus espacios y equipamientos.
Mg Arq Josefina Ocampo
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