La arquitectura puede contribuir a una huella positiva cuando se proyecta en función del planeta en su totalidad, contemplando tanto la naturaleza como los seres humanos, cuando se apropia del concepto de proyectar empatía.
Proyectar arquitectura responsable implica considerar múltiples factores geográficos, climáticos, ambientales, lo que requiere mucha dedicación y compromiso. Este es el caso cuando se trabaja en zonas desérticas.
El desierto tiene una gran cantidad de factores a estudiar y considerar, y a la hora de diseñar hay pautas que condicionan. Sin embargo, estas condiciones no necesariamente deben ser vistas como desventajas o limitantes, ya que pueden convertirse en nuevos puntos de partida e ideas innovadoras para planes arquitectónicos que funcionen y conjuguen con un territorio árido.
Van Gogh mencionaba el desierto como un espacio maravilloso para pintar sus obras ya que las cualidades de la luz natural radiante y la poca nubosidad hacían apreciar mejor los objetos naturales y así sus obras tenían una mejor expresión.
He aquí 5 conceptos que nos enseñan la naturaleza y la historia para proyectar Arquitectura consciente en el desierto:
1 Árbol de hoja caduca: La naturaleza de un árbol autóctono de un oasis que tiene la habilidad de ser frondoso en verano y despojado de sus hojas en invierno nos dicta que hay que tener en cuenta que en época de verano la radiación del sol será más trascendente que en el invierno. Este factor natural de un ser vivo nos adelanta que la arquitectura tendrá una misión como artefacto articulado de poder abrirse y cerrarse, crecer y decrecer, dar prioridad a espacios intermedios entre el afuera y el adentro, de ser caduco. Quiere decir que tendrá que mutar a conveniencia del habitante a lo largo de las distintas épocas del año, usando estructuras móviles que en verano se cierren y nos protejan de los rayos UV del sol y en invierno se abran para dejarlos pasar. Podemos optar por sistemas horizontales o verticales que sean desplegables como por ejemplo persianas movibles, parasoles metálicos o de madera desplegables, aleros retraibles, pérgolas con mecanismos desmontables, u otros.
2 Hombre prehistórico: Volver a los inicios de la historia del ser humano nos revela cómo generar un espacio habitable sin provocar gran impacto ambiental en el mundo. Sabemos que el hombre hace miles de años construía refugios con lo que tenía al alcance de sus manos. Usaba materiales que visualmente tenía a su alrededor, que con su fuerza corporal podía transportar, y con los que, utilizando sus herramientas, podía manufacturar encuentros y sistemas que lo protegieran de los factores naturales como el clima y los animales. Es evidente, entonces, que el radio de búsqueda de materiales y recursos era acotado. Al adoptar esta práctica en el presente, se puede concluir que utilizar los elementos originales del lugar donde se construye beneficia positivamente en el impacto de una obra, ya que, por ejemplo, la huella de carbono del transporte que lleva materiales desde la fuente hasta la ubicación del proyecto será mínima. A esto se lo llama sistema constructivo vernáculo, que hace que la mayoría de las veces los materiales resuelvan fácilmente las condicionantes del sitio. En el caso de la zona de Mendoza, hay suelos rocosos que facilitan el uso de la piedra, la que a su vez ayuda a los sistemas de masa/inercia térmica. Los materiales naturales como la piedra suelen ser de bajo mantenimiento e impacto industrial. Cabe mencionar que además los sistemas vernáculos ayudan al ser humano a tener un sentimiento más notable de pertenencia e identificación con el hábitat elegido.
3 Apariencia de la flora: En el desierto donde la amplitud térmica es elevada habrá que enfrentar el reto de responder a las altas y bajas temperaturas, para lo cual será útil observar las características y comportamiento de la flora autóctona. En época estival, la flora se muestra de colores y aspectos opacos y grisáceos para contrarrestar la absorción excesiva de la radiación solar. Aplicar este fenómeno natural proporcionará confort térmico a la construcción en verano, ya que los colores claros en la envolvente como en las cubiertas, paredes y suelos pueden reducir la temperatura interior durante los días de mucho calor. Inversamente, en invierno cuando se necesite este calor habrá que revertir esta situación con alternativas adaptables. Un ejemplo de estas puede ser la utilización de superficies de aventanamiento hacia el norte (en el hemisferio sur), que tendrán sistemas de parasoles para el verano, pero removibles para el invierno. Ya que el ángulo del sol es menor en invierno que en verano, la superficie acristalada hacia el norte permitirá captar radiación solar que penetre de forma más horizontal e inmediatamente crear un efecto invernadero para así crear confort térmico en el interior. También se puede tener en cuenta que los anchos de los muros servirán para acumular la radiación solar y una vez que empiece a bajar la temperatura exterior esta liberará el calor de los muros hacia el interior de la vivienda.
4 Orientación: La vegetación propia de lugares áridos, nos indica lo importante que son las orientaciones para la supervivencia. A modo de ejemplo, basta considerar plantas como la jarilla que disponen el frente de sus hojas hacia el este y el envés hacia el oeste, con el objeto de evitar mayor evaporación de agua con el sol del mediodía. Cuando proyectamos arquitectura los ejes de diseño pueden partir desde un punto clave como las direcciones y ángulos de las envolventes, teniendo en cuenta ubicación geográfica, precipitaciones, vientos, radiación solar, y demás. En provincias como Mendoza, desde el suroeste se reciben vientos con velocidades considerables. Este fenómeno nos indica que hacia esa dirección habrá que ser introvertidos y con sistemas de protección para las ráfagas. Por ejemplo, no se contará con demasiado aventanamiento hacia el suroeste, la inclinación de las cubiertas será utilizada como disipador y desviador de los vientos y no habrá demasiada actividad en aquel sector de la construcción. Hacia el norte estarán los espacios diurnos para contar con la mayor iluminación natural, y en invierno retrayendo sistemas de parasoles se podrá captar la mayor radiación solar posible.
5 Aplicación de naturaleza autóctona: ¡Aplicar lo que es nuestro! Entender que el paisaje desértico en nuestra zona es rocoso, terroso, con plantas y árboles que se han adaptado a lo largo del tiempo para sobrevivir a los factores geográficos y climáticos. De apariencias y rasgos algo particulares, en la mayoría de los casos ayuda integrarlos en los planes paisajísticos y así optimizar un recurso tan importante como es el agua. Por ejemplo, las superficies marrones y en algunos casos de piedra o pavimentadas, no necesitarán mantenimiento excesivo en la vida útil de la obra. La vegetación en la arquitectura resuelve situaciones como reducir asoleamientos no deseados, direccionar los vientos, disipar temperaturas, absorber agua de altas precipitaciones, entre otros. El objetivo final es que el usuario o habitante esté cómodo con el entorno físico que lo rodea, por lo que la vegetación tiene que ser utilizada para crear una conexión profunda entre el alma y lo natural.
Los diferentes tipos de flora que se adopten otorgarán diversos tamaños, formas, colores, texturas, y aromas de la naturaleza que crea espacios de calidad y confort si son usados de forma inteligente.
La consideración de estos 5 conceptos acá desarrollados sobre las zonas desérticas, al igual que los que surjan de cualquier otra geografía, será fundamental para desarrollar una práctica profesional responsable, empática, y eficaz. Una mirada integrada e interactiva entre el espacio natural, el hombre y el proyecto será fundamental al momento de proyectar arquitectura que cuide nuestro planeta.
Lihuel García Tinari
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