Se habla mucho de ciudades amigables. Estamos lejos de vivir dentro de esas coordenadas. Ruidos de todo tipo, especialmente agresiones acústicas originadas en fiestas con música amplificada, deben ser combatidos con las normativas.
Una muy extensa red de vecinos del Gran Mendoza lucha infructuosamente contra el ruido que generan festejos y espectáculos al aire libre, y otro tipo de conductas que agobian la vida en comunidad. Algunas situaciones son esporádicas, otras permanentes; todas, nocivas.
Bocinazos, frenadas, escapes libres y, particularmente en época estival, fiestas que hostigan sin que nadie haga algo.
En distintas zonas de la ciudad, centros urbanos departamentales y ámbitos semirrurales hay periódicamente acontecimientos que disponen de amplificación suficientemente poderosa como para cubrir cientos de metros a la redonda.
Ocurrió hace poco con otra edición de una fiesta muy popular, en el espacio Luis Menotti Pescarmona, en pleno centro de Godoy Cruz. El festejo, irreprochable desde su organización y consolidándose cada vez más como una oferta para público local y visitante, obtuvo una puntuación muy alta en materia de ruidos molestos, ya que todas las entregas de los grupos musicales durante las cuatro noches fueron escuchadas a gran volumen no sólo en el lugar sino también a decenas de cuadras por indefensos residentes que no pudieron descansar sino hasta altas horas de la noche.
La situación se repite en la capital. Por ejemplo en el Parque Central; en Las Heras, El Challao, y en otros departamentos.
Frente a estas anomalías, los organismos estatales tienen que dar el ejemplo a rajatabla. No hay forma de justificar que sean promotores de contaminación sonora. En el caso de que los infractores sean privados, hay que actuar de la mano de las ordenanzas y reglamentos que poseen las comunas y hacerlos cumplir rigurosamente. Pero, si el sector oficial se complica en estos desvíos, estamos en problemas.
Por otra parte, el tema de la contaminación acústica debería figurar de manera urgente en la agenda de una organización creada a principios de este año, el “Unicipio”, que busca integrar al Gran Mendoza como área metropolitana para intentar alcanzar, entre las seis municipalidades intervinientes, soluciones a diferentes problemáticas comunes, entre ellas los ruidos molestos. ¿Cómo hacerlo? Aplicando las normativas existentes y disponiendo de cuerpos de inspectores con suficiente personal para proceder al control y a la consiguiente intervención cuando se burlen las leyes.
También como sociedad debemos ordenarnos y asumir el respeto por los demás. Eso vale para la circulación de vehículos, algunos de ellos portando grandes bafles en los baúles y haciendo vibrar todo a su paso; autos, camionetas y principalmente motocicletas cuyos escapes elevan a índices indeseables cualquier sonómetro. Todos desplazándose impunemente ante la inacción de las distintas policías viales.
Tiene que ser una aspiración de la sociedad, y especialmente de las futuras generaciones, comenzar a vivir en ciudades amigables con el medio ambiente, a escala humana.
Deben cumplirse las ordenanzas vigentes y, en el aspecto que analizamos, la consigna es: ¿ruido o salud? contra los distintos tipos de agresiones acústicas que se sufren, como la causada por la música a alto volumen en todas sus facetas (domicilios particulares, boliches, salones de fiestas, confiterías y automotores), la circulación de vehículos con escapes libres o deficiencias en el silenciador, bocinazos, alarmas y los golpes y vibraciones en las construcciones que se realizan en horarios inapropiados.
Fuente: LOS ANDES
(17 de diciembre de 2016)
Deja una respuesta